21 de diciembre de 2009

Escaleno (dedicado a todas las personas que me contagiaron sonrisas)

Acá, allá, allí… tres lados desiguales. Había una vez un galpón, pero empezando de esta manera tendría que escribir un cuento para niños. ¿Y por qué no? Tres lados, se dibuja un triángulo distinto, distinto y “especial”, como el invierno que sentimos que siempre está por venir. Del vértice más agudo, se escucha una canción a modo de comentario, y me dá risa sentir ese acento tan parecido a un arroyo que se estira por una sierra y entibia las piedras como las mañanas. Escribiría (sería mucho más fácil) un cuento para chicos, porque de todos los ojos que miran adentro de ese galpón, (podría ser un barrio, o una casa, o una carpa, o una ciudad) o triángulo, no hay uno solo de nosotros que pierda la ternura y la imaginación. Teniendo en cuenta lo que decía un amigo, que “a la risa hay que construirla, y no acceder a la risa que nos proponen. Menos aún a la comprada en alguna caja con luz, esa entristecedora de ojos”. Lo mismo para las miradas, porque por ahí es mejor que te deje de contar y que vos mires.
Mira, ahí le cae una lágrima a ese. Nace un abrazo. Te escucho. Te amo. Y otra lágrima al otro. Y otra al de al lado. Y una lágrima puede ser también una risa, una canción, una mirada. Otra vez las partes se mixturan y hacen de todas las líneas, lados, y de todos los lados algo único. En éste triángulo miramos de esta forma. Ni pensando remotamente en la posibilidad de no emocionarnos, y de no reírnos. Luchando contra todo lo impuesto, permitiéndonos extrañarnos hasta cuando uno se aleja unos metros y va a tirarse al pasto de la esquina, o cuando uno baja a la cocina a buscar agua, o cuando alguien se va para siempre, se va por un tiempo, o solo se va al baño.
Ja, jujujaju, jé, jojojojo, jjjjjjjjjjjjjjjjjaaaaaaaaaa. Es todo risa, y este triángulo tan distinto ya se empieza a mover, para reconocerse en una diversidad divertida.
Es más que un principio para empezar a contar, además es un objetivo. La risa como objetivo final. En este mundo tan raro, la risa como principio, nudo y desenlace. Tres lados de nuevo, y ese vacío que me dejó en el centro cuando nos despidió algún verano. Y otro vacío cuando no pudimos, y otro cuando te fuiste para seguir entibiando otros mañanas. Quedé en ese galpón, mirando y escuchando lo que habíamos dejado. Quedé mirando al pasado. Había risa en las paredes, y no invento, hay risa en las paredes. Hemos conseguido en el camino, ser un poco más rebeldes. Hemos hecho de un galpón, una trinchera para asesinar monótonos y grises. Hemos creado en ese mundo una nueva forma de mirarnos.
Y no nos alcanzó este mundo, y salimos a gritarle al otro mundo (al de afuera) que ahí estábamos, riéndonos. Vimos a un viejito triste que con complicidad aplaudía desde el cordón de la vereda, casi sin animarse. Al abuelo lo coronaba una casa blanca y bajita y dos perros ladrando desde adentro, y seguro estoy de que pensaba “ahí están estos rebeldes de la risa, riendo para mí, … y como saltaría con ellos como ahora estoy saltando por dentro, saltando con las manos”.

A veces me caigo un poco y me olvido de mi triángulo. Pero siento que una parte de mí se queda siempre en la pared, en ese galpón donde la luz (como todos nosotros) entra por la puerta, que a propósito, esta siempre abierta para el que quiera entrar.
La risa, la Revolución, la alegría, nuestro lado, nuestro triángulo que supimos construir. En este triángulo aprendimos que partiendo de la base de que estamos en el vértice, no nos queda más que resistir o caer, luchar hasta hacer del vértice la base, hasta hacer de la vida algo con miles y miles de lados, y que cada uno sea la excusa para dormir una noche en el cielo.

Y ahí los miro a todos de nuevo, pero corro la vista un segundo, porque más allá de niño todavía soy y tengo muchas cosas de grande. Salgo volando por la puerta, me voy un rato del galpón, empiezo a ver llegar el invierno desde lejos, y me asusto (porque el invierno me asusta). Pero también vuelvo y sigo en la trinchera de los colores resistiendo, y pienso en el viento, en la Luna, en febrero, en las mañanas, en las canciones, en los lugares, en vos amigo mío, en vos amada mía, en el acento, en nuestras risas tan parecidas a la rebeldía. Pienso en todos y en cada uno de ustedes, en todos y en cada uno de nosotros, y solo resta un ¡gracias a todos!, eternamente agradecido.

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