29 de mayo de 2009

Cosas sueltas

Se roza un pecho amarillo con otro rojo y nace una luz de color anaranjado. Por más fuerte que se apriete la lucecita naranja se escapa. El pecho amarillo se va curando, el pecho rojo no volverá a tener calma.



Penar de la multitud que anda por este duelo de las manos. Pensar que nos han acostumbrado a que apague la luz el último, el más rezagado, y que quede todo así desordenado, como está y estaba.



Déjame unas monedas para el colectivo. No podré llegar hasta el cementerio para darte el último adiós.



Nació de un juego la posibilidad de los insubordinados. Y ahora entiendo, de un juego, paradoja de estos niños y estas niñas capaces de jugar a la muerte e invertir hasta el tiempo. A todo esto la policía se escapaba a Marte, porque a los jugadores se nos había ocurrido olvidarnos de las condiciones y las reglas.

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