29 de mayo de 2009

Lo que es y debería ser

Uno nomina, va poniendo nombre. Hace de dios. Y creo que por eso algunos todavía lo justifican y consideran. Tengo un callo en la planta de mi pié y le escribí “callo” con letra cursiva. A mi pared le escribí “pared” en verde, al piso “piso”. Al libro que más me gusta: “libro”, y le agregué: “Precaución, está hecho para modificarte”. Y así mi habitación está llena de nombres: “zapatos” “mugre” (como cuesta ponerle el nombre), “hojas”, “ventilador”. Y acá me detengo, porque en el ventilador encontré la forma de que se lea cuando está quieto y cuando gira. Con la ventana logré un efecto parecido al ventilador… abro y dice “ventana abierta”, cierro y dice “ventana cerrada”. Hay una nuez que dice “nuez” si se la pone de frente y “nuez” si se la pone de costado, jugando con las arrugas y canaletas como con algo tornasolado. Pero no entra el Sol en la piecita de Villa Crespo. Aunque la ventana diga “ventana abierta” no entra el Sol porque hay un balcón arriba que lo tapa. Claramente al balcón ya le escribí “balcón”, pero fue un problema porque a mi vecino (el dueño del balcón) no le agradó la idea. En realidad no le gustó que a su gato, que venía habitualmente y ya no viene, con mi máquina de regular el largo de la barba le escriba “gato”. Fue en esa oportunidad, por recomendaciones de amigos y vecinos, que desistí de la idea de salir de mi cuarto, que a lo largo tiene escrito (y es lo más grande que hay escrito en mi piecita de Villa Crespo) “habitación”. Y este nombre, atraviesa como una espada a un sinfín de cosas que habían ganado un lugar elegido con cautela e inteligencia. Por ejemplo, entre la H y la A de “Habitación” quedó una foto de Guayasamín que dice “foto-mirar-Guayasamín-Ecuador” y otra foto de Berni que dice “foto-mirar-Berni-Juanito Laguna-Argentino”. Cada letra se toca y se mezcla con otras letras y demás cosas, que por falta de espacio las estoy empezando a unir.
Ya que empecé a necesitar de este ejercicio, no veo impedimento alguno en traer alguna cosa que encuentre en la calle y adjuntarla a alguno de los lugarcitos que me quedan entre las paredes, ya casi minúsculos, y tengo una sensación hermosa al saber que ya tienen su nombre (el que a mí más me gusta) y están ordenadas justo donde las quería.

En mi habitación soy el dios que nomina y domina.

Ahora solo falta alguien que crea en mí, (y en mi melancolía gastada) o simplemente alguien que me diga: “Pelotudo, queda como el orto tanta palabra y tanta letra. Me gustaría más un póster de Almirante Brown en el Clausura 2006, o una mina en tetas… vos fijate”.

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