29 de mayo de 2009

Tarde en la laguna

Delicada luz y calor en el camino,
en los destellos que abrazan.
No había color efectivo,
había luz.
El agua con su luz
El Sol con su luz
El cielo con su luz
Nosotros con nuestros espejos.
La luz preñada.
La luz absoluta.
La luz incorporada a las luces.
Hemos dejado de oír
sin decir palabra alguna.
Hemos encandilado las certezas
de los que encienden las máquinas.
El Sol nos ha unido las mejillas
ni de mujer ni de hombre,
nuestras mejillas, tibias, de luz.
El agua temblaba,
invadida por el ocaso
decidida a rozar el silencio,
y así subir y regalar
a un viento luminoso y quieto,
más luz,
toda la luz de esa tarde.

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