29 de mayo de 2009

Y no esperes…

Hoy vestida de blanco, como si hubiesen cortado un poco de Luna, un poco de noche y ¡plaf! Ahí caíste vos de blanco, y tu pelo negro. Y tenés la osadía de andar caminando por mi terraza. Yo soy como un poco de sombra en la pared, y mi sombra nace inevitablemente con el blanco resplandeciente de tu ropa y flota en el aire nada más que un aroma a otoño viejo y mis ganas de ser un cometa y girarte alrededor, aunque no puedo siquiera levantarme. Y lo que más feliz me hace, es saber que tu ropa blanca terminará nuevamente en mi piso sucio y de madera, y que por un rato nos olvidaremos de las luces y los colores, porque nuestros cuerpos hacen de esta hermosa noche una canción cursi, inventada para vender.
Y no esperes que te cuente que esta historia también terminará mal. Porque cuando te tengas que ir a la mañana, y yo vuelva a mi cama después de abrirte la puerta, después de recorrer el pasillo rodeado de paredes altas, donde todo es pretexto de despedida de las bocas, estará tu olor a Luna blanca y desnuda, y un calor que me acompañará hasta el mediodía.
Quedará un latido pesado en el aire, en todo este espacio que hiciste tuyo.

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